Aritmética imposible: reposabrazos compartido

Me ha dicho un pajarito que la gente alta no está cómoda en los aviones:



Supongo que es verdad, pero ni es mi problema ni me importa. No pienso adherirme a este fallo reiterado a lo largo de la humanidad, conocido como "mirarse el ombligo" o solo pensar en los problemas propios. Yo no soy así, a mi me afectan los problemas universales que nos tocan a todos por igual, seamos altos o Mireia, viajemos en avión o vayamos al cine (siempre y cuando tengamos brazos).

Os habréis fijado que cuando reserváis vuestro sitio en el avión, el asiento de en medio siempre se queda vacío hasta el último momento, aunque sea el de la fila 4 [para los cortitos: en avión, 4=bueno]. Eso me congratula, puesto que me gusta salir pronto del infierno con alas aparato (lo siento, 'avión' no tiene muchos sinónimos) sin tener que hacer esa cola de pasillo a la que no ves el final. Por otra parte, no soy muy buena pensando/haciendo las cosas con antelación. Sumando estas dos características, es normal que me sienta feliz de estar embarcando 2 horas antes de mi vuelo y aun así conseguir un asiento en la parte delantera. Llegado el momento me dirijo con orgullo, con la cabeza bien alta, al 4B, pensando en lo tontos que son los demás y lo lista que soy yo.

¡Maldito espejismo de confort!

Dos gilipollas flanquean mis lados obligándome a pegar los brazos al cuerpo. Alzo lentamente mis codos e intento apoyarlos, primero con disimulo y reparo, con ímpetu y furia después... Pero nada. Nadie se da por aludido -peor, se dan por aludidos pero les da igual, ya he dicho que son gilipollas-. Intento al menos ganar la esquinita pegada al respaldo, obteniendo una postura ridícula que recuerda al baile del pollo, pero ni por estas... Raudos, ellos desplazan sus antebrazos hasta el respaldo, ocupando al 100% el espacio disponible.

La espalda me cruje, la cabeza me pesa; intento ladearla, pero me doy cuenta de lo extrañamente cerca que tengo las otras cabezas, las de los gilipollas. No quiero esa cercanía. Desisto. Aun así, altos del mundo, me queda un consuelo: mis rodillas no establecen contacto con el asiento de delante.


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