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Mostrando entradas de 2015

La gens increïble història dels bons marmolets i els malvats fatxendes

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Hi havia una vegada un paradís amagat a una illa, fet de parets de màrmols metafòrics que morien al mar. Dins aquest paradís les hores i els minuts es confonien i l'única mesura de temps era el renou salvatge de les onades i la brisa. Els marmolets, que habitaven sense preocupacions l'arena i les roques d'aquest lloc, gaudien d'un clima càlid i una vida sense preocupacions. La roba no era necessària, i com a qualsevol paradís, no existien els diners. Com havien d'existir, si no hi havia res susceptible de tenir preu? És fàcil imaginar que els habitants de Màrmols eren feliços, amb només alguns maldecaps: estimar-se, tocar-se, sentir-se en pau i llibertat, conviure. Així era aquest lloc, i així hauria d'haver seguit per sempre. Però l'arribada dels fatxendes, dolents, malparlats i amb la cultura dels diners com a única educació va espatllar aquesta utopia, moments abans tan real. La invasió fatxenda de Màrmols no va ser gradual; com totes les coloni

Aritmética imposible: reposabrazos compartido

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Me ha dicho un pajarito que la gente alta no está cómoda en los aviones: Supongo que es verdad, pero ni es mi problema ni me importa. No pienso adherirme a este fallo reiterado a lo largo de la humanidad, conocido como "mirarse el ombligo" o solo pensar en los problemas propios. Yo no soy así, a mi me afectan los problemas universales que nos tocan a todos por igual, seamos altos o Mireia , viajemos en avión o vayamos al cine (siempre y cuando tengamos brazos). Os habréis fijado que cuando reserváis vuestro sitio en el avión, el asiento de en medio siempre se queda vacío hasta el último momento, aunque sea el de la fila 4 [para los cortitos: en avión, 4=bueno]. Eso me congratula, puesto que me gusta salir pronto del infierno con alas  aparato (lo siento, 'avión' no tiene muchos sinónimos) sin tener que hacer esa cola de pasillo a la que no ves el final. Por otra parte, no soy muy buena pensando/haciendo las cosas con antelación. Sumando estas dos característi

Pobre gorda

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Un par de veces a la semana paso por delante de un supermercado, al lado de la puerta del cual se sitúa una mujer que pide limosna. Son inconcebibles el uno sin la otra. Dicha señora se sienta en un taburete ridículamente bajo y pequeño. Como si no tuviera suficiente con ser pobre y quisiera añadir problemas de espalda a su lista de handicaps . Y humillación. Tengo un consejo para quién se lo pueda permitir: si te mola la humillación, cómprate un billete de avión a donde sea y pasa el control de seguridad del aeropuerto con un consolador en el bolso y unos calcetines agujereados . Vas a disfrutar. ¿Pero ese taburete minúsculo? ¿Porqué? Supongo que tendrá sus motivos de márketing; pensará que mirando desde abajo compensa el hecho de no tener amputaciones, malformaciones o algún cachorrito tiritando a su lado. Pero la verdad es que conmigo no funciona: el tamaño del taburete amplifica aun más el tamaño de la mujer, oronda de por sí. La imagen me causa gracia, lo siento. Por otra

tic tac (spoiler: nada que ver con Pablo Iglesias)

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[Una entrada a la semana mínimo -pensaba-. Esta vez lo consigo -decía-.  Pocas cosas son más difíciles de combatir que el caos y la pereza.] Amigos de la lentitud, os odio . Vuestras fronteras invaden mi espacio, lo contaminan y me obligan a rectificar rutas constantemente para esquivaros. Eso es injusto, y vosotros sois egoístas. Egoístas al máximo nivel. Porque no solo sois lentos de cojones, si no que os resbala que el resto de la gente pueda tener prisa (puede que incluso ignoréis vuestra propia prisa). Se nota en detalles como vuestra conducción; no os conformáis con ir a 70 por la autopista, tenéis que hacerlo por el carril izquierdo. Cuando paseáis por la ciudad no lo hacéis por un lado: quedáis en grupos de entre 2 y 7 personas -dependiendo de la anchura de la acera- para formar una fila infranqueable que va de un borde al otro asegurándoos de que nadie llega puntual a sus vidas. Actuar así no es casual, no se trata de un error tonto como confundir el acento g

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Seguro que no os importará que hoy me aparte de la gracia que me caracteriza y me ponga seria. No sé adonde va a llevarme esta entrada que empiezo sin rumbo ni objetivos, que desde el principio tiene forma de divagación y desestructura... Es un escrito egoísta, pensando más en vomitar unas cuantas cosas que en esforzarme por gustaros -sí, eso hago normalmente-. Allá vamos, arrancaré con un consejo. Si queréis vivir felices y tranquilos, no miréis esto: " Ciutat morta " (sub. cast) " The Internet's Own Boy: The Story of Aaron Swartz " (sub. cast) En apenas 48 horas me he tropezado con estos documentales, que me han hecho pensar que soy una auténtica inútil. Inútil porque mientras en la pantalla aparecen personas que pese a todo están serenas, y desde su serenidad pelean por lo que creen justo, yo soy incapaz de hacer otra cosa que quedarme embobada admirándoles desde la distancia mientras acumulo rabia y más rabia. Tengo las reservas de rabia a tope.

Hijoputismo Posmoderno

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Hoy me rindo. Lo admito, puede que lleve media vida equivocada. Puede que la bondad no sea la principal característica del ser humano. Porque sí, hay mucha mala leche, mucha cabronería, y no me refiero a maldades como la voz muy aguda o el acento pijo. Me refiero a maldad real, de la buena. ¿Qué le habrá pasado a esta inocente chica? , os estaréis preguntando. Os lo diré. Los de la ORA, ese servicio  negocio gestionado por manos privadas que se basa en pintar rayitas azules por las calles que ya pagamos mediante impuestos y cobrarnos por estacionar en ellas, lo han vuelto a conseguir. En realidad, creo que sin ellos, sin las fuerzas de seguridad opresoras del estado y sin políticos -así, en general-, reduciría mi mala leche a menos de dos tercios. Al grano. Los mandamases de la ORA, no contentos con explotarnos a cara descubierta con su copago obligatorio de mierda, han suprimido lo único salvable del sistema. Como ya sabréis, si tenéis que aparcar durante 5, 10 o 20 minutos, p