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Mostrando entradas de noviembre, 2014

Emergencia

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No sé vosotros, pero yo no tengo asignada una persona de contacto en caso de emergencia -creo-. Nadie me ha preguntado nunca a quién hay que avisar en el momento en que tenga un accidente y mi vida esté en peligro. No he visto ningún campo de ningún formulario de este infierno burocrático dedicado a este menester en toda mi vida. ¿No es triste imaginar un pasillo con las sillas que debieran ocupar los seres queridos vacías mientras tú agonizas en algún aséptico quirófano? A mi me parece patético, y a la vez me da pánico. ¿Qué le ocurre a nuestro sistema sanitario? ¿Dónde deja esto la cómica situación en que tu ex, tu amigo de la infancia o ese compañero de piso con el que acabaste a tiros tiene que acudir a horas intempestivas al hospital porque es a quién se debe avisar? ¿Porqué nos empeñamos en marginar las situaciones más adorables de esta cruel vida? Y de las actitudes y aptitudes de nuestro personal sanitario... Ahí ya no me meto. Ni muy simpáticos ni muy antipáticos, ni g

Whatsapp, crisis y cacas de perro

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Hay una estrecha relación entre estos tres conceptos, y es: durante la crisis he enviado muchos Whatsapps con imágenes de cacas de perro. Y hecha esta broma , me pongo seria. Lo que viene a continuación puede parecer conspiranoico, pero os aseguro que es la pura verdad. Preocupado por el inminente incremento de contusiones cerebrales y, por tanto, por el gasto sanitario que esto supondría, nuestro gobierno se puso manos a la obra. El momento en que resultó evidente que la presencia de smartphones era imparable llegó, con la segunda obviedad de que una mayoría de personas se convertirían en un apéndice de su teclado. Tanto es así que la presencia de mierdas caninas en las aceras dejaba de ser algo simplemente asqueroso para convertirse también en algo peligroso ( mirada fija en el móvil+caca de perro=resbalón y contusión ). Advirtiendo esta trágica problemática, alguien listo y con poder montó una fábrica de bolsitas para cacas con la mano derecha, mientras que con la izquierd

Su turno

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El otro día esperaba en Correos. Esperé y esperé. Y luego, al cabo de un ratito, esperé todavía más. Fue una de esas esperas infinitas, fuentes inagotables de inspiración para insultos refinados, largos y ocurrentes, la búsqueda del sentido de la vida y otras cuestiones tan importantes como porqué coño compro los libros por Internet si me acaba llevando más tiempo venir a recogerlos aquí de lo que hubiese tardado en ir a la tienda, llevármelo, leerlo y después publicar por aquí una alegre crítica en lugar de este deprimente post . Pero ancha es Castilla, y nunca el tiempo es perdido. Así que mientras observaba como cada nueva incorporación al infierno cogía un número del rollo y fijaba su mirada en la pantalla de 'Su turno' tuve una idea brillante. Revolucionaria, diría yo . Juzgadlo vosotros mismos: 1. Obligar a los fabricantes de rollos de números a duplicar en cada rollo al menos un número de la misma tirada. 2. Cuando la pantalla indique el número en cuestión, dos

Pierdes el tiempo

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Cada mal humor y cabreo sin sentido, sin motivo, esa mala leche de agenda que vuelve puntual te roba horas que no vas a recuperar. Me refiero a cada lunes (incluso a cada domingo a última hora) que pasas indignado por empezar la semana. A esos 10 minutos durante los que te cagas en todo al tener que levantarte pronto. A esos meses (¡incluso años!) que pasas al lado de personas que te deprimen, te molestan, o simplemente te estorban. Imagina que vives 75 años. Pongamos que de los 0 a los 12 y de los 65 a los 75 estas chorradas sociales no te afectan (está visto que la inocencia y la sabiduría son bendiciones, lo que nos estropea es lo de en medio); nos quedan 53 gloriosos años de mal rollito programado. Si cogemos las 5 horas que nos cabrean entre domingos caducos y lunes, añadimos los 10 primeros minutos de nuestras mañanas 5 días a la semana, sumamos los 4 meses enteros de enfados, discusiones, etc. -cómputo vital total-, y lo agitamos bien... ¡ Voilà ! Aproximadamente 8400 hor

¿Y tú de quien eres?

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Hay dos tipos de personas: las que empiezan un escrito con la frase 'hay dos tipos de personas' y las que no. No, enserio, hay dos tipos de personas: las que usan paraguas y las que no. Y por algún motivo, las que sí los usan andan pegadas a los edificios, aprovechando los pequeños recobecos entre balcones y suelo que resguardan de mojarse a los que no lo usamos. ¿Porqué? Ni idea. Si yo decidiera sacrificar una de mis manos y mi comodidad para conseguir mojarme sólo de cintura para abajo, iría con la cabeza bien alta por en medio de la acera, orgullosa de mi decisión y sin preocuparme de ningún otro techo que el de la estructura que auto sostengo -a la altura perfecta para dejar tras de mi una montaña de tuertos-. Pero no. Necesitan doble cobertura antilluvia. Les dará miedo la lluvia ácida. Mi petición: dejad el paraguas en casa, o dejad los bajos de los balcones para los que no lo llevan . Egoístas, más que egoístas.